CRÍTICA DE CINE: Nación salvaje

Además de una película, Nación salvaje es un alegato feminista muy directo, sin medias tintas y también un verdadero ataque frontal a la sociedad estadounidense, de la que presenta una terrorífica visión: violenta (lo que unido a la facilidad para conseguir armas de fuego es un gravísimo problema), hipócrita, machista, racista, homófoba y totalmente falta de empatía. 
También alerta, al estilo de la magnífica serie de TV Black Mirror pero sin el componente futurista, de las terribles consecuencias que tiene en dicha sociedad el mal uso de la tecnología y de las redes sociales, que alimenta una malsana obsesión por la popularidad, el gusto por el morbo y la insensibilización ante la violencia. Ojalá se pudiera decir que todo esto corresponde sólo a EE.UU. pero por desgracia es aplicable a cualquier país occidental (excepto lo de las armas, afortunadamente). 
Para contar esta durísima historia Sam Levinson demuestra un gran talento como director y además se arriesga con una forma de rodar y sobre todo un montaje bastante peculiares, usando estupendamente recursos como la pantalla partida. Y además cuenta con un reparto prácticamente desconocido y en su mayoría muy joven del que consigue muy buenas interpretaciones, lo que prueba que es un gran director de actores.
Pero por desgracia, tras una primera parte magnífica en su tramo final Nación salvaje se convierte en un festival de violencia bastante gratuita al más puro estilo Tarantino, que aunque resulta entretenido es francamente inverosímil, lo que es incoherente con el descarnado realismo anterior y en mi opinión lastra la película (eso sí, la escena final me parece tan genial como brutal).    
Para terminar, advertir que aunque por su tráiler parezca lo contrario, tiene muy poco que ver con La purga.

Nota: 8 sobre 10
Lo mejor: lo arriesgada que es y su mensaje
Lo peor: la parte final 

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