RELATO: El cine-club

Se conocieron en un vintage bar con temática del siglo XX y en seguida sintieron una atracción mutua, así que se sentaron a una mesa y se pusieron a hablar mientras bebían unos cócteles.

–Bueno, ya me has contado a qué te dedicas, pero ¿qué es lo que te gusta? ¿Cuáles son tus aficiones?

–Lo que más me gusta es el cine, pero supongo que no sabrás de qué te hablo.

–¿El cine? Creo que he oído hablar de eso, me parece que es algo de hace siglos, ¿no?

–Lo inventaron a finales del siglo XIX, hace ya casi trescientos años y durante mucho tiempo fue el entretenimiento principal de la gente, hasta que fue desbancado por la VR y ahora casi ha desaparecido, como los libros y las revistas en papel.

–¿Y en qué consistía?

–Pues los espectadores, o sea los usuarios, se sentaban delante de una pantalla en la que con un aparato llamado proyector se reflejaba una historia contada mediante imágenes en movimiento y, excepto en el cine más antiguo, también mediante sonido, con actores que interpretaban a los personajes de la historia. Sin sistema VR ni interfaz, ni nada.

–¿Pero entonces no puedes participar en la historia? ¿Ni modificarla?

–No.

–¿Ni siquiera puedes cambiar de ángulo de visión?

–No. Simplemente te sientas y ves la película, que es como se llaman las obras en el cine, las historias. La verdad es que me resulta difícil explicártelo porque es muy diferente a lo que estás acostumbrado, sería más fácil que lo entendieras si lo vieras.

–Pues perdona que te diga pero tal y como lo cuentas parece de lo más primitivo y muy aburrido.

–Ya... Pero no es aburrido en absoluto, todo lo contrario. De hecho aunque parezca mentira las sensaciones que me produce el cine me resultan más potentes y de alguna manera más reales que las que pueda producirme la VR. Me emociono más con algunas películas que con cualquier sim.

–¿En serio? ¿A pesar de que no lo puedes vivir desde dentro? Me parece muy difícil de creer.

–Ya te digo que tendrías que verlo por ti mismo.

–Vale, pues si quieres podemos ir a tu casa y vemos una película de esas.

–Yo no las veo en casa. Estaban hechas para verse en salas de cine, que eran espacios enormes con muchas filas de butacas para sentarse y tenían pantallas gigantes. Así que las veo en una sala que he montado con unos amigos, aunque en realidad es mucho más pequeña y cutre que las de verdad, las antiguas.

–¿Hay más gente a la que le gusta eso del cine?

–Si, no mucha pero alguna hay. Y solemos ponernos en contacto por Internet, intercambiarnos las películas que tenemos y ayudarnos a buscar y recuperar más, en el formato que sea, porque resulta que hay varios según la época. Además hay gente que ha aprendido a restaurarlas, que es como se llama a arreglarlas cuando están estropeadas, lo que por desgracia ocurre mucho. Yo he llegado a conocer a casi todos los aficionados de Madrid, con los que he montado esa pequeña sala a la que llamamos cine-club.

–Curioso nombre.

–Sí, lo sacamos de una vieja revista sobre cine, en papel, por supuesto. Es que también nos dedicamos a buscar información acerca del tema, de cualquier tipo.

–O sea, que lo vuestro por eso del cine es verdadera pasión.

–Pues es verdad, lo cierto es que para mí es lo más importante en la vida después de mi familia.

–¿Y tu pareja opina lo mismo?

–No tengo.

–Yo tampoco. Y, por cierto, has conseguido que me pique la curiosidad y ahora tengo ganas de ver una película. Quiero comprobar si realmente merece la pena.

–Pues hemos quedado mañana a las seis de la tarde en el cine-club para ver la que está considerada como una de las mejores películas de la historia, “El Padrino”, que trata sobre una familia de gángsters en Estados Unidos en los años 40 del siglo XX. Toma, te paso la ubicación de nuestra sala por si quieres venir. Te aseguro que no te arrepentirás.

–Vale, genial, allí estaré. ¿Quieres otra copa? Yo invito.

–No, gracias, ya es tarde y tengo que madrugar. Espero verte mañana en el cine-club.

–Por supuesto. Buenas noches.

–Buenas noches.

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