CRÍTICA DE CINE: El vicio del poder

Antes de nada hay que aclarar que El vicio del poder no es una comedia porque aunque tiene algunos momentos humorísticos (o más bien satíricos) muy divertidos es principalmente un drama. Y también es un instrumento hecho para concienciar al público de los terribles peligros que supone dejar que los políticos hagan lo que les de la gana y votar a gentuza como Cheney (o Trump), completos psicópatas a los que no les importa nada ni nadie y capaces de cualquier cosa con tal de saciar su adicción al poder. Además de para indignar al espectador, lo que consigue con creces.
Su director y guionista McKay hace esto demostrando una gran imaginación como guionista, contando la historia de una forma tan peculiar como efectiva. Y también usando un enorme talento como director, con la inestimable ayuda de un montaje y una fotografía soberbias y un reparto que está estupendo, especialmente Amy Adams y como es habitual un espectacular Christian Bale que más que interpretar a Cheney se transforma en él. La verdad es que tanto desde el punto de vista artístico como técnico la película es irreprochable.
El problema es que su director, seguramente para conseguir que su mensaje llegue al mayor número de gente posible, prescinde de cualquier sutileza y va a degüelllo, manipulando sin tapujos al espectador, por lo que la película es algo así como la versión ficcionada de los documentales de Michael Moore, pero al contrario que en el cine de éste , McKay lo hace tan bien que mientras estás viendo la película no se nota.

Alerta spoiler:
Tiene detalles que me han parecido geniales como que la historia la cuente el donante muerto, las bromas del falso final y la obra de Shakespeare y ese tremendo final en el que Cheney/Bale rompe la cuarta pared.
 
Nota: 9 sobre 10
Lo mejor: cómo está contada la historia y Bale.
Lo peor: que es demasiado manipuladora

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